Aunque luchemos contra eso, nuestros padres tienen un poder místico, el poder de afectar nuestros pensamientos y emociones como sólo ellos pueden. Un vínculo que cambia, pero no desaparece. Aunque estén del otro lado del mundo… o en otro mundo. Es un poder que nunca comprenderemos del todo. Sólo podemos preguntarnos: Cuando nos toque¿qué poder tendremos sobre nuestros hijos?